Cuando se nos va la olla y damos un gol increíble
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Partido de fútbol regional en Italia entre el Cadorago y el Guanzatese. Un buen disparo al larguero que sale rebotado... y ante sorpresa de todos, el árbitro da gol. Los jugadores protestan, pero de nada sirve. Es la jugada ridícula de la semana.
¿Cómo puede suceder eso? Quizá el efecto, quizá se precipitó, quizá cerro los ojos, quizá estaba tapado. O no llevaba asistentes o los que llevaba eran esos pecualires líneas "de club" (suplentes de los equipos), de los que os hemos hablado alguna vez. O sea, poco fiables.
¿Cómo evitar una situación así? Si hubiese esperado un segundo a dar el gol, se hubiese dado cuenta de que nadie lo celebra ni lo reclama. Incluso, sabiendo que usar el silbato en el gol es algo optativo, podría ver la reacción de los jugadores.
Es muy difícil, sin asistentes, buscar una excusa creíble para salir de la situación, aún cuando es posible que el árbitro ya intuya que ha metido la pata y el cuerpo le pida volverse atrás. Ninguno del equipo afortunado le dirá que su gol fue tremendamente injusto.