Prólogo de la 2ª edición de Arbi, ¿qué pitas?

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PRÓLOGO

8 de diciembre de 1863. Once clubes ingleses se reúnen por sexta vez para crear el primer reglamento unificado del fútbol. Por fin hay fumata blanca en la Freemasons Tavern y, en un manuscrito de apenas seis páginas, se redactan las trece primeras normas. Se definen las medidas máximas del campo, se prohíbe correr con el balón en las manos, empujar, sujetar, zancadillear y, en un ataque a la tradición, las patadas por debajo de la rodilla. Todo pase hacia un compañero adelantado es fuera de juego. No hay tiempo ni voluntad de meterse en más detalles y hasta el número de jugadores queda a expensas del acuerdo previo entre los equipos. 28 de junio de 2018. Minuto 16 del partido entre Colombia y Senegal. El árbitro, Milorad Mazic, pita un penalti a favor de los africanos. En esto, escucha una voz cercana que le habla a mil kilómetros de distancia. —Espera, espera, estamos comprobando… toca balón. Para mí, no hay penalti. Mazic abandona el campo y analiza durante unos segundos lo que ve en un pequeño monitor mientras en las pantallas del estadio se anuncia Possible Penalty Review. Con rostro serio, confirma lo que le cuentan. —Tienes razón. Aquí acaba el diálogo con su ángel de la guarda. El árbitro vuelve, dibuja un rectángulo con sus manos y cambia el penalti por un balón a tierra. Han pasado 155 años entre las primeras Reglas y el Mundial del VAR. No solo ha evolucionado la tecnología, más allá de lo profetizado en aquellos años por Julio Verne. La jugada sancionada


en el estadio de Samara y rectificada desde Moscú incluye otras palabras excluidas de aquel texto de 1863. El penalti era algo impensable, porque nadie merecía tanto castigo. Tampoco existían pitido ni silbato, que no se emplearía hasta la década siguiente, entre otras cosas, y esta sí que es sorprendente, porque no había árbitro.

Manuscrito con las primeras normas de 18631

Aquel deporte de caballeros, en el que los capitanes dirimían con buena fe cualquier disputa, es hoy una utopía. Ningún partido, ni de niños ni amistoso, se entiende sin un juez que aplique unas Reglas de Juego que ya ocupan más de 200 páginas, donde se detallan supuestos tan extraños como el lanzamiento de objetos hacia el balón, invasiones de campo de jugadores expulsados o el tipo de lemas admisibles en la ropa deportiva. Aún así, quedan lagunas porque las acciones que se pueden dar en un partido de fútbol son infinitas. La IFAB (International Football Association Board), organismo que elabora el reglamento, las va aclarando año tras año. Ahí siguen mandando las federaciones británicas, que ostentan cuatro votos, los mismos que la FIFA. Por algo son los inventores del fútbol. Del libro azul a Arbi, ¿qué pitas?

Os había contado en el prólogo de la primera edición mi doble decepción con aquel libro de portada azul que me habían dado en mi 1. © Museo de la FIFA


primera visita al Colegio de Árbitros, allá por 1993. El reglamento me pareció un tostón y, además, habían aplazado mi ilusión por arbitrar hasta que creciese en edad y altura. Afortunadamente, cuatro meses después me dieron el premio a la perseverancia y me permitieron coger una bandera para hacer de juez de línea. Tanto quería agradar que saltaba la pequeña valla que rodeaba el campo para recogerles el balón a los jugadores que iban a sacar de banda. También descubrí que, más allá del texto oficial, las normas del fútbol podían ser muy divertidas. Aquellas clases donde debatían qué hacer si el balón se quedaba en el larguero me resultaban apasionantes y por fin cayó en mis manos aquella joya que era el reglamento de Escartín. Dos décadas después de su última publicación, muchos de sus consejos y su forma de entender el espíritu del juego siguen siendo válidos. Hubo un día, en un partido de la máxima categoría juvenil, en el que cometí el insólito error de hacer sonar el silbato antes de que el balón entrase en la portería. Es más, jamás llegó a entrar. Un defensa lo sacó claramente sobre la línea, pero a mí me pareció que iba a ser gol claro y se me escapó el pitido. No me quedó más remedio que dar un balón a tierra, lo que se convertía en un problema para el equipo defensor, ya que sus adversarios no estaban dispuestos a dejar pasar la ocasión que les brindaba un error del árbitro. Mi cabeza no paraba de darle vueltas a la posibilidad de que eso acabase en gol, consecuencia de mi estúpida precipitación. Entre una melé de atacantes y defensas, empecé con mi operación para evitarlo. Me llevé el balón a una esquina de la frontal del área de meta, cuando el bote debería ser realizado justo de frente a portería. Exigí a los jugadores que guardasen una distancia al balón, algo que no existe en un bote neutral. Después de dos intentos en los que la pelota fue tocada antes de que llegase al suelo, a la tercera fue la vencida. No es que por fin se cumpliese el procedimiento, pero esta vez el defensa consiguió anticiparse y alejar el balón de la zona de peligro. El juego siguió y nadie reclamó nada. Siempre nos quejamos, con razón, de que muy pocos jugadores se preocupan de mirar el reglamento, lo que les lleva a protestar cosas inverosímiles. Sin embargo, ese día me di cuenta que hubiese sido mucho más peligroso toparme con un futbolista que sí lo conociese para poder replicar mi irregular forma de hacer justicia. Como comprenderéis, no salí muy orgulloso del campo. Después de


tantos años adorando el libro, lo había mandado conscientemente a la hoguera. Quizá como penitencia, en 2012 se me ocurrió crear Arbitro10 junto a mi compañero Álex Vázquez. En esa web comentamos cientos de jugadas y miles de preguntas para acercar las Reglas de Juego a árbitros y al resto del mundo del fútbol. Sin embargo, creía que aún seguía faltando algo muy necesario para completar la divulgación de esta parte tan interesante y desconocida de nuestro deporte. Llevábamos años sin que nadie se lanzase a publicar un reglamento comentado. ¿Por qué no iba a ser yo el que intentase emular a Escartín?

Reglamento de Escartín. Edición 1942

Manual de Rodríguez Ten

Arbi, ¿Qué pitas? Temporada 2017/2018

Empecé a escribir en noviembre de 2016. Lo hacía sin agobios, pero con la fecha fijada del inicio de la siguiente temporada. Me divertía buscando historias, descubriendo que el gol olímpico no fue marcado en unos Juegos, que el penalti lo inventó un portero llamado McCrum y la trampa del fuera de juego un defensa llamado McCracken. Mi único objetivo era que el lector aprendiese algo nuevo de forma amena. Al mismo tiempo, investigaba como publicarlo para al final acabar recurriendo a la autoedición, con todo el trabajo extra que generaba. Ya os podéis imaginar los problemas de no ser Enlace P.1 Prólogo de la un escritor de best seller. Tampoco primera edición


nadie sabía lo que estaba tramando porque tenía miedo a cansarme antes de terminar y que todo quedase reducido a un globo sonda. Quizá lo más desesperante era revisar una y otra vez lo escrito y descubrir una y otra vez erratas. Por fin, justo un año después de sentarme frente a una hoja en blanco, tenía un Arbi, ¿qué pitas? en mis manos. Era una sensación parecida a la primera designación, a la primera vez que me vestí como árbitro. Solo faltaba que alguien lo leyese para sentirme completamente realizado. Aunque intuyo que algunos me felicitaron sin pasar de la décima página (gracias por el cumplido), Vídeo P.2 Las novedades de las Reglas 18/19 sé que otros lo digirieron e incluso lo disfrutaron. Desde árbitros a entrenadores, algunos jugadores e incluso una madre de un joven futbolista que un día se me acercó para que se lo firmase. Lo había comprado porque quería entender un poco más sobre la pasión de su hijo. Momentazo para un autor novel de un tema tan friki como el reglamento del fútbol. Muchos de estos lectores me preguntaban lo mismo. ¿Hablas del VAR? Pues no, en la primera edición no lo mencionaba porque aún era un experimento que no estaba incluido en las Reglas. Esta temporada es ya una realidad y merece un capítulo aparte. Pero hubo más cambios que iréis descubriendo a lo largo del libro. También he añadido novedades en forma de jugadas, historias y anécdotas, para que veáis que esto de saber las normas puede ser útil, divertido y tan sencillo cómo la respuesta de aquel árbitro a la pregunta de qué había que hacer si el balón se pinchaba durante el partido: pedir otro.


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