Mateu Lahoz y su interpretación del contacto: cuando lo bueno no lo es por excepcional (por Javier Rodríguez Ten)
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Esta pasada semana, comentando con un compañero de trabajo alguna de las jugadas del Real Betis – Atlético de Madrid, la conversación derivó en Mateu Lahoz, del que mi amigo me comentó lo obvio para los aficionados: que era el árbitro que gustaba a Mourinho y que seguía el estilo inglés, dejando jugar mucho, favoreciendo el espectáculo. Como es previsible, me preguntó mi opinión sobre él, a lo que le respondí lo siguiente: “En el marco de un campeonato que dirigen diferentes árbitros, no es importante si el estilo de Mateu Lahoz es o no el mejor; lo importante es que haya un solo estilo”.
Traigo a colación esta irrelevante conversación a raíz de las declaraciones del entrenador del FC Barcelona, Tito Vilanova, sobre el arbitraje del pasado sábado en el partido que les enfrentó ante el Sevilla FC, que declaró sentirse “desconcertado” cada vez que les pita Mateu. Porque sin entrar a valorar los aciertos y errores de este compañero (ni en dicho encuentro ni en otros que ha dirigido), ni tampoco analizar si el estilo que le caracteriza es mejor o peor que el de otros árbitros, puede introducirse una reflexión constructiva sobre el particular.
Mateu Lahoz es un árbitro de primera división, internacional, que por lo tanto ha pasado muchos años en diferentes categorías, superado numerosas pruebas físicas y técnicas, asistido a cursos y concentraciones técnicas y de pretemporada, objeto de decenas (¿cientos?) de informes técnicos… No soy yo quien pueda poner en duda sus méritos ni su aptitud. Es un profesional del fútbol, aunque jurídicamente dicha concepción siga sin ser aplicable a la actividad de los árbitros. Su estilo puede gustar más o menos, pero como puede suceder con uno u otro jugador.
Partiendo de dicha importante premisa, lo cierto es que Mateu se está convirtiendo en una nota cada vez más discordante en el arbitraje español y ello, como aventuré hace ya tiempo, está comenzando a volvérsele en contra a él mismo y se le volverá en contra al Comité Técnico de árbitros, puesto que la unificación de criterios no se encuentra exclusivamente referida al tratamiento puntual de determinadas jugadas, sino que ha de extenderse al estilo de arbitrar, que abarca algo tan importante en el fútbol como el grado de permisividad en los contactos.
Cierto es que no se puede desvestir a un árbitro de su personalidad, de su particular manera de entender y gestionar los partidos (aunque se procura unificar aspectos que limitan con el estilo personal, como la forma precisa de señalar, de colocarse en el campo, de tratar a los jugadores, etc.), mucho menos cuando esa forma de actuar te ha llevado hasta la internacionalidad. No obstante, actuaciones que prescindiendo de cualquier análisis comparativo resultan del todo correctas, en el marco del colectivo en el que se está integrado pueden devenir en impropias. Es lo que está pasando con Mateu.
Mateu Lahoz tuvo la desgracia (me reafirmo en ello, la desgracia) de recibir un “elogio” del entrenador más mediático de España (para bien o para mal), que destacó su tratamiento de los contactos, más permisivo que la media y parecido a lo que es norma general en Inglaterra, donde entrenó Mourinho. A partir de ese momento, Mateu Lahoz pasó de ser un árbitro desapercibido a convertirse en objeto mediático (“el árbitro que gusta a Mou”, “un árbitro inglés en España”… y otras perlas periodísticas), contando con un elemento significativo respecto del resto de sus compañeros que había de dosificarse con mucho cuidado, tanto por el interesado como por el Comité Técnico.
A mi entender, ello no se ha hecho, y un determinado estilo de arbitraje, correcto pero discordante con el que es habitual en la Liga española y que además es objeto de tratamiento mediático, no ha sido sutilmente reconducido al criterio general o se ha adoptado como modelo para el resto. Porque no es correcto que los jugadores deban actuar de una manera distinta cuando pita Mateu a cuando les pita el resto, y no son admisibles argumentos como que ya se conoce su concepción del fútbol, ya se sabe cómo pita, etc.: una jugada no puede ser válida cuando pita Mateu e ilegal cuando pitan el resto de árbitros. Un entrenador no puede estar tentado de optar por jugadores más físicos e incómodos frente a otros más técnicos para aprovechar la ventaja derivada de una mayor permisividad en los contactos. Es más, hay quienes incluso opinan que Mateu ha radicalizado su permisividad desde que cuenta con cierto apoyo mediático en defensa de dicho modelo de arbitraje.
Un jugador creativo lo es en el marco de un sistema de juego; si su creatividad no se ajusta a la táctica o la contraviene, está fuera de lugar y acaba en el banquillo. Un jugador que procede de una Liga extranjera se adapta a la forma de juego de la española, como no puede ser de otro modo. Un jugador que asciende de un filial adecúa su actitud y su juego a la de la categoría a la que pasa a adscribirse… Es algo obvio. En el Comité madrileño hubo (hay) un compañero (buen árbitro) que pasó una temporada en Inglaterra, donde siguió actuando; a su regreso intentó seguir haciéndolo como le habían enseñado a hacer allí (es decir, que había adaptado su arbitraje al modelo inglés, lo procedente, pero ahora pretendía adaptar a los jugadores de Tercera División y categorías regionales españoles a su forma de arbitrar). Fracasó por completo; la conflictividad en los partidos que dirigió se incrementó (a algunos asistí como árbitro asistente) por la incertidumbre de los jugadores respecto del tratamiento de los contactos y todo desembocó en su ulterior descenso de categoría. Un buen árbitro, un buen fin y una mala concepción de cómo gestionar la diferencia.
Los protagonistas (entrenadores y jugadores, incluso el público) reclaman siempre la “unificación de criterios”, la seguridad de conocer si una acción es o no legal, y si no lo es, sus consecuencias técnicas y disciplinarias, incidiendo sobremanera en que siempre sean las mismas. Es preferible que un criterio sea erróneo, pero siempre el mismo, a que sea acertado pero unas veces se aplique y otras no. Y lo cierto es que ya se está produciendo lo que en “petit comité” he venido prediciendo: a Mateu no se le criticará por tener un criterio diferente en un mismo partido, sino por su diferencia frente al criterio general; y con ocasión de las jugadas de área, y de las “intrascendentes” en un primer momento pero que luego culminan en un penalti, un gol o una expulsión, dicha circunstancia se va a venir produciendo cada vez con más fuerza y habitualidad. Al tiempo.
No es justo criticar ahora a Mateu, y mucho menos ha de prescindirse de él por hacer lo que ha venido haciendo y le ha supuesto acceder a la élite, incluso si hubiera potenciado algo más el elemento singular al que nos estamos refiriendo. Su inspiración británica es filosóficamente la correcta, pero sin olvidar que está condicionada a unos elementos futbolísticos que no concurren en España, y sin perjuicio de que es obvio el resto de integrantes del colectivo arbitral no pueden estar equivocados en sus actuaciones. Sencillamente, hay que encontrar el punto de equilibrio en el que la manera de actuar de Mateu se incardine en los parámetros generales utilizados por el colectivo arbitral que dirige la competición española, sin exceder o apartarse de ellos, porque la opción inversa (que el colectivo se adapte a Mateu) no parece viable.
Ello será beneficioso para Mateu, para el Comité Técnico y para la competición. Incluso para el arbitraje de base, donde existen árbitros que están intentando aplicar el mencionado modelo, atractivo, sin concurrir las condiciones adecuadas para ello.
Javier Rodríguez Ten es autor de “Reglamento práctico de fútbol” (Fundación del Fútbol Profesional, 2000), ha sido representante de los Comités madrileño y aragonés ante la Escuela Nacional del Arbitraje de la RFEF y ha ejercido durante varias temporadas como profesor de Reglas de juego y actualización técnica en los mencionados Comités. |

Comentarios
#1
CONSIDERO QUE INDIFERENTE AL ESTILO PERSONAL DE CADA ARBITRO,DEBE PREDOMINAR EL ESPIRITU DE LAS LEYES DE JUEGOS,PERO DESAFORTUNADAMENTE LA ACTITUD QUE ASUME LA PRENSA DEPORTIVA HACE VENDER UNA IDEA HERRONEA DE LO QUE DEBE SER UN ARBITRO DE VERDAD.
#2
Creo que es un tema muy interesante y abierto... ¿dónde está el límite entre lo que es el estilo personal y lo que implica apartarse de lo que es "normal" en el fútbol español? Dentro de ese límite el árbitro puede gestionar el partido como lo considere, si lo excede pasa a ser algo extraño, aunque el arbitraje pueda ser bueno. Esa es la pregunta en el aire del comentario.
#3
Todo lo que dices es correcto, pero nada contradice el comentario, totalmente respetuoso con todo el mundo.
La voluntariedad de una mano, la legalidad de un contacto... quedan a criterio del árbitro, y es correcto que dos árbitros pitan dos partidos distintos, no son robots y cada uno tiene su estilo y criterio. Sin embargo, ese margen de discrecionalidad no es ilimitado, se enmarca en unos parámetros máximo y mínimo que se rigen por el Comité en primer lugar y por la costumbre en segundo. Dentro de esos márgenes tienes libertad para actuar, pero si los excedes estás transformando una interpretación admisible en una decisión singular, y por lo tanto sorprendente para los destinatarios.
La unificación de criterios es una herramienta que aporta seguridad y que beneficia a todos; la cuestión que no sólo Tito Vilanova plantea (ya lo ha hecho algún entrenador más, y más que habrá esta temporada) es si el estilo de Mateu está dentro de ese margen de discrecionalidad que se considera normal o lo excede... ese es el quid de esta reflexión.
Una última cosa: cuando un equipo juega competición internacional lo hace ateniéndose a unos parámetros diferentes a los de la Liga (protestan mucho menos, son selectivos con las entradas... van mucho más al juego), es decir, que son los equipos los que generan unas condiciones diferentes que admiten esos arbitrajes... no es que se juegue de una forma y el árbitro se aparte de cómo lo hacen en España, es que es demostrable que los equipos lo plantean diferente (¿será por las mucho más duras sanciones de UEFA? La cuestión es... ¿cómo arbitraría un árbitro inglés un partido de Liga española?, y no cómo arbitraría un árbitro inglés un partido de Champions. Seguro que Mateu, cuando sale de España, no levanta polémica alguna, porque su forma de arbitrar sí encaja con esos otros parámetros...
#4
Estimado Javier, me ha parecido sensacional el artículo y desde luego muy apropiado para la reflexión. Sin embargo, me gustaría hacer una serie de apuntes.
1. En mi primer lugar, las Reglas de Juego son muy amplias y dejan mucho margen a la interpretación del árbitro. Ni siquiera dar una patada, zancadillear o empujar son faltas, si no se realizan de una forma "imprudente"; "temeraria" o "con fuerza excesiva". ¿Qué es eso de temeraria? Pues cada árbitro, jugador, aficionado, tienen su barrera.
2. Es cierto que es bueno para el fútbol unificar criterios, lo que pasa es que muy difícil cuando la interpretación tiene un campo tan amplio como le otorga las Reglas. ¿Cómo se unifican criterios a la hora de juzgar si una mano es voluntaria o no? Ahí siempre influira más el sentido futbolístco del árbitro o el nivel de seguridad que se autoimponga a la hora de sancionar una falta que muy probablemente llevará una sanción disciplinaria que ver 200 vídeos... Que sin duda es necesario, pero al final, a la hora de tomar una decisión en el campo, influyen mucho otros factores.
3. Yo creo que la tendencia en todas las categorías del fútbol español es cada vez a dejar jugar más. Varios factores influyen en los árbitros: cada vez son más futboleros, la educación deportiva es mayor y el jugador tolera más que le den un empujoncito y además tiene buena prensa... Aún no escuche a nadie presumir de "yo dejo jugar poco". Posiblemente, en Mateu sólo nos hubiésemos fijado los frikis del arbitraje o algunos entrenadores sino llega a ser por el "respaldo" mediático de Mourinho (que, ahí estoy de acuerdo, no le hizo ningún favor"). Hace dos semanas presencié el Depor-Sevilla y González González dejó sin sanción muchos contactos y varias "faltitas" (para mí, acertadamente"). ¿Alguien ha escuchado alguna vez que González González deje jugar mucho?
4. Yo creo que los árbitros son un factor más del juego y en los niveles profesionales y no tan profesionales, se intenta controlar y adaptarse. Los entrenadores saben quién les pita, con quién se puede hablar, quién tolera menos las protestas, quién pita más agarrones en los corners y quien menos... Y la información es poder y por lo tanto, es transmitida inmediatamente a los jugadores para intentar buscar una ventaja. El fútbol es bonito porque nunca es igual: los campo varían de dimensiones, a veces el césped está alto, otras hay topos, incluso piedras. A veces llueve y el balón rueda poco. A veces te pita Mateu, otras Borbalán y otras Undiano. Todo es distinto y eso es grande para el fútbol. Por cierto... cuando en Champions pita un árbitro inglés y arbitra a ese supuesto estilo Mateu, ¿por qué no se montan estos debates?
Al final, creo que la conclusión es la que saco mucha veces: las Reglas permiten tanta interpretación que el mismo partido puede estar perfectamente arbitrado con 30 faltas y 12 tarjetas que con 15 faltas y 4 amarillas. Ambos pueden haber sido buenos arbitrajes y sin embargo, según nuestro estilo (que lo tenemos, como los futbolistas), uno nos habrá gustado mucho más que otro.
Un saludo y enhorabuena por el artículo.
#5
Me parece un comentario genial. Esas mismas reflesiones las tengo yo. Yo creo que el reglamento nos deja un margen muy grande, para interpretar de distinta manera las reglas de juego. Quizás habria que reflesionar más en ajustar e unificar las reglas de juego y después creo que los arbitrajes serían más parecidos. No habería tanta diferencia entre un arbitro a otro.