Mirar a los ojos no es signo de chulería (por Pérez Lima)
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La temporada pasada terminó con una asignatura pendiente para los colegiados en los encuentros de máxima rivalidad, en especial los Barcelona - Real Madrid, los jugadores tenían claro qué tenían que hacer cuando el árbitro pitase algo en contra: rodear y protestar al árbitro. Si pitaba una falta, a por él a protestar. Pitase lo que pitase lo rodeaban, y es que cuando los jugadores se dedican a protestar de esa forma se hace muy difícil controlar la situación.
A comienzos de temporada una de las preocupaciones del comité técnico de árbitros era acabar con ese comportamiento por parte de los jugadores, esto estaba haciendo un daño enorme al colectivo y a la competición y una de las directrices a seguir por los árbitros fue que bajo ningún concepto un árbitro fuese rodeado por jugadores, había que evitar esas situaciones. Los árbitros debían actuar con decisión, personalidad y rigor en la toma de decisiones.
Está claro que cuando el juego transcurre normalmente sobre el terreno de juego, el árbitro pasa desapercibido. Los jugadores lo respetan y le ayudan en su trabajo, el partido se desarrolla sin incidencias porque todos comprenden que las reglas están para que no se interrumpa el juego con brusquedades. Éstas son necesarias para mantener el orden, para cuidar la integridad física del jugador y para que el futbolista desarrolle sus habilidades y destrezas. Pero cuando llegamos a esta altura de temporada empiezan los nervios por conseguir los resultados previstos a principio de la misma, ese estrés se traslada al terreno de juego y el comportamiento de los jugadores y entrenadores se vuelve menos comprensivo con los árbitros.
Este fin de semana pudimos ver dos encuentros de los difíciles de arbitrar, en el que fueron expulsados dos jugadores en cada partido, el Deportivo - Valencia, arbitrado por Clos Gómez, que desde mi punto de vista es el mejor árbitro español del momento. Y el otro encuentro, que fue el Zaragoza - Espanyol, con dos equipos huérfanos de ideas y esas carencias se convirtieron en un partido feo, con muchas faltas y protestas.
Los dos encuentros fueron de una intensidad altísima, los jugadores estaban muy nerviosos, existía mucho roce y en varias ocasiones del encuentro intentaron rodear al árbitro, pero éste no permitió que ningún jugador se situara detrás ni que pudiesen interferir en sus decisiones. Llegué a oír en diferentes medios que Pérez Montero se mostró chulo enseñando las cartulinas, y no estoy nada de acuerdo, mostró las cartulinas a la distancia correcta y seleccionando claramente al jugador. Recuerden que mirar a los ojos de una persona es un signo de respeto, no de chulería.
Además, me gustaría destacar el gran trabajo que están realizando los árbitros asistentes, su trabajo es más difícil por las banderas que no levantan, que por las que levantan, aguantando hasta el límite antes de señalar la infracción haciendo buena la frase: “esperar y ver”. Su trabajo es tan complicado que son capaces ellos solos de salvar un arbitraje que no está siendo del todo correcto. Están a la sombra del árbitro, son discretos, pasan inadvertidos, en muy pocas ocasiones son felicitados por su misión, ya que las felicitaciones normalmente se las lleva el árbitro. En cambio, cuando no tienen su tarde, si se acuerdan todos de que están en la banda.
PD: Si queréis ver el análisis de las jugadas polémicas de la jornada, podéis entrar en la sección de Pérez Lima en Vavel: http://www.vavel.com