Otro reportaje sobre violencia: “El enemigo público”
- Inicie sesión o regístrese para enviar comentarios
- 3.921 lecturas
El árbitro de fútbol vistió siempre de negro riguroso. Parecía ir de luto por el mismo, por el papel que le tocó vivir. A pesar de añadir colores menos trágicos a su existencia, su figura sigue siendo la del intruso, ese personaje que corre tras la pelota sin poder tocarla, soplando fatalidades y desgracias. Sobre él sólo una opinión unánime: la culpabilidad de quien pierde por él o gana a pesar de él. El enemigo público, el personaje más maltratado del fútbol.
Cincuenta árbitros no profesionales fueron agredidos la temporada pasada en España. Además, se contabilizaron 30 casos de insultos y amenazas en nuestro país. El último caso tuvo lugar este fin de semana en la localidad valenciana de Burjassot: un colegiado de 17 años sufrió una brutal paliza por parte de un jugador del Mislata, de 27 años, en un partido de la Segunda Regional valenciana. Héctor Giner fue operado de urgencia para extirpare el bazo. Según relatan los testigos, el colegiado sacó tarjeta roja a un jugador por protestar una decisión. La reacción del futbolista fue propinarle puñetazos y patadas.
En diciembre del pasado año y fuera de nuestras fronteras, en Holanda, Richard Nieuwenhuizen, un juez de línea de 41 años moría tras recibir numerosos golpes en el rostro por parte de dos jugadores de 15 años y uno de 16 en un partido de juveniles celebrado en Ámsterdam, entre el SV Nieuw Sloten y SC Buitenboys. El ministro de justicia holandés, Ivo Opstelten, derivaba los hechos a un problema social: “No es algo que ocurra así como así. Es un comportamiento. Hay normas y valores que no se tienen”.
Más lejos, en Sudamérica, la violencia hacia los árbitros es aún más notable. Chile, Ecuador y Argentina se presentan como los países con más número de agresiones. En el primero de ellos se registró en enero uno de los casos más flagrantes de los últimos tiempos: un numeroso grupo de aficionados accedió al campo para propinarle una brutal paliza al trío arbitral que estaban dirigiendo la final de una liga de aficionados en Meliplilla entre el Baquedano y el Pablo Lizama.
Regresar tras la agresión
“Dejaré el fútbol cuando yo quiera y no cuando decidan los violentos”, así se expresaba Samuel De Haro, árbitro de la Tercera División murciana tras ser operado de la mandíbula después de que dos jugadores juveniles se la rompieran a golpes en un partido entre el CD Mediterráneo y el Real Murcia, tras un gol fantasma que no señaló. Hoy, tres años después, el colegiado cartagenero opta a ascender a Segunda División B.
Su ejemplo, su capacidad para levantarse y no convertir la agresión en trauma, simboliza la cualidad principal de un árbitro: la fortaleza mental. A diferencia de cualquier otro protagonista del mundo del fútbol, el árbitro recibe en su formación unos cursos específicos de psicología, autocontrol y dominio del estrés. Junto a eso, aparecen las condiciones innatas del árbitro para soportar la presión y desempeñar su trabajo en unas ambiente adverso. Estos requisitos son estudiados en test psicotécnicos, que junto con los informes de los partidos, las pruebas físicas, técnicas y de inglés, rigen los ascensos y descensos de los colegiados en las categorías nacionales.
José Giner expresaba ayer que su hijo Héctor estaba “abatido”. “Nos ha dicho que deja el arbitraje”, comentaba. Se hace difícil querer volver al ruedo con las heridas de la cornada aún latentes. El oficio del árbitro, como el del torero, se rige, sin embargo, por una pasta especial. La de Samuel De Haro, que volvió con más fuerza tras la agresión, sabiendo que pueden llegar otras. La que seguro tendría Richard Nieuwenhuizen si uno de los golpes que recibió no hubiera impactado fatalmente en su cráneo. Y la de Héctor Giner, ojalá, para que se dé cuenta, cuando cese el dolor, de que en el fútbol no mandan los violentos.
Fuente: marca.es