El vídeo del lanzamiento del perro a la grada

El perro parecía manso. Entró moviendo la cola y se tumbó en el césped, ajeno a la pelea que ya empezaban a montar los humanos. Su pacífica actitud no fue suficiente para evitar convertirse en víctima de la locura de algunos “deportistas”. Jamás pensó que aquel hombre, que lo sujetó del pescuezo, tenía malvadas intenciones.

El perro se dejó hacer, entre asustado y extrañado. Y, de repente, vio cómo lo hacían volar sin paracaídas hacia la grada del estadio. La fuerza del lanzamiento no fue suficiente y acabó golpeado contra el vallado, cayendo a plomo de nuevo sobre el césped.

Fue entonces cuando el perro entendió que no le gustaba el fútbol. Que en el césped era el menos animal de todos. Los empujones entre los supuestamente civilizados humanos fueron a más y aprovechó el jaleo para escapar, rabo entre las piernas, del tumulto que se formaba entre banquillos.

Lástima que nuestro personaje de la semana no pudiese ver que en el campo sí que tenía un defensor, un amigo. Vestía de azul y no dudó en mandar a la grada, con una tarjeta roja, a aquel loco que había intentado hacer lo mismo con él por vía aérea. Y es que, visto lo visto, el perro no es el mejor amigo del hombre, pero al menos, hemos descubierto que el árbitro es el único amigo del perro.