La violencia alcanza a dos equipos sub-13 en Brasil
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Era la final de la Copa de Independencia en Salvador de Bahía. Jugaban el Bahía y el Victoria. No está claro que sucedió antes, pero si el inicio de la brutal pelea. Varios jugadores del Bahía le dan una paliza a un adversario que está en el suelo. Rápido acuden en su defensa y ya nadie puede parar la locura colectiva. El árbitro, desesperado, lo intenta. Hay dos heridos. Diréis que ya hemos visto imágenes así en esta web. Lo más grave es que en este caso los salvajes… ¡son niños de 12 años!
Algunos dirán que haremos demagogia, que culpar de esta batalla puntual al entorno del fútbol base es excesivo. Puede ser. Entre niños, quizá, no habíamos llegado tan lejos. Quizá sorprende más que sean los jugadores los que toman la justicia por su mano, cuando normalmente tienen a algunos padres para sobreprotegerlos y usar la violencia, tanto física como verbal.
No nos cansaremos de denunciar a los papás y mamás que insultan al árbitro delante de su hijo. Ni a los que les convencen de que son mucho mejores que el compañero que juega en su mismo puesto y generan odio contra él y sus entrenadores. Tampoco algunos técnicos se libran de culpa, ya que celebran los goles como si de la final del Mundial se tratase y lloran las derrotas de forma tan amarga que le generan una presión insoportable al joven futbolista. Por no hablar de aquellos que buscan aprovecharse de la inexperiencia de los árbitros que dirigen esos partidos para lograr su objetivo, que no es otro que ganar al precio que sea. ¿Y la responsabilidad de los profesionales? No de todos, está claro. Pero esos ídolos que a veces recurren a agresiones, simulaciones, protestas, insultos… sin pensar en la repercusión que tienen en los millones de niños que los siguen.
Puede que todo esto no tenga nada que ver con las imágenes. Puede que simplemente se trate de unos vándalos. O de chicos normales con una vena violenta. Pero, desde luego, el entorno del fútbol base no ayuda. Dicen algunos medios que estas escenas no son novedad en Brasil. Algo malo se está haciendo para que esto ocurra.