El asesinato de Álvaro Ortega vuelve a ser noticia
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Más de 20 años después de su asesinato, el nombre de Álvaro Ortega ha vuelto a ser noticia. Un exárbitros colombianos han afirmado esta semana que el polémico vicepresidente de la Federación Colombiana, Álvaro González Alzate (el que vinculo ascensos arbitrales y homosexualid) sabía quienes estaban detrás del atentado. Lorenzo López, que tuvo que abandonar el arbitraje por amenazas de muerte, aseguró que el dirigente le dijo en una ocasión que “lo mandó matar Tamayo, el de Medellín”. Por otro lado, el excolegiado FIFA Jesús Chucho Díaz se quejó de nunca se hiciese una investigación en condiciones.
¿Qué sucedió con Álvaro Ortega? El recuerdo de su muerte nos lleva a finales de los 80, en los peores años de un futbol colombiano rodeado de mafias de apuestas y de narcoterrorismo. En noviembre de 1988, se supo que el árbitro Armando Pérez había sido secuestrado por una banda que decía representar a seis equipos con el siguiente mensaje: aquel que no se doblegase a las órdenes “sería borrado del mapa”. Fue un aviso del punto al que había llegado la situación.
Un año después, el 13 de noviembre de 1989, el árbitro internacional Joaquín José Torres fue retenido durante un día y apareció herido en una habitación de un hotel, sin que pudiese recordar nada. Fue el anticipo de lo que sucedería dos días después. El 15 de noviembre, cuatro desconocidos asaltan a Álvaro Ortega a la salida de un hotel, después de actuar como asistente en un Medellín-América y lo matan con seis balazos. El escándalo fue la gota que colmó el vaso. El ministro de Educación suspendió de manera indefinida el campeonato. Pese a los intentos de los equipos de reanudarlo, el gobierno se negó a prestar los estadios.
Nunca se supo a ciencia cierta quién estuvo detrás del asesinato, pero todo apuntó a sicarios pagados por apostadores. Según algunas fuentes, Ortega fue sentenciado a muerte dos semanas antes, después de haber arbitrado el mismo partido en Cali, donde anuló un gol y expulsó a uno de los jugadores visitantes. La apuesta sería de 300 millones de pesos a favor del Medellín, que se perdieron por culpa, presuntamente, de algún error del malogrado colegiado.
Al día siguiente del asesinato, una llamada a una de las emisoras bogotanas, un supuesto sicario que participó en el crimen afirmó que la anulación de ese gol le había costado mucha plata a sus jefes y que había otro árbitro que se estaba "portando mal". Para añadir más leña al fuego, el árbitro argentino Luis Carlos Loustau contó cómo el día de la final de la Libertadores de América entre Nacional y Olimpia, en Bogotá, dos hombres llegaron hasta su cuarto de hotel y le ofrecieron un maletín lleno de dinero, que rechazó.
Curiosamente, la historia más negra del fútbol colombiano coincidió con su apogeo deportivo: Olimpia jugó la Intercontinental después de ganar la Libertadores y la selección de Pacho Maturana brilló en el Mundial de Italia 90.