Historias Arbitrales de los Mundiales (6): El mejor árbitro inglés de todos los tiempos
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El pasado fin de semana nos enterábamos de la muerte de Jack Taylor. En un país que respeta profundamente a sus árbitros como Inglaterra, Taylor era una personalidad, como lo reconoce la concesión del título de Oficial en la Orden del Imperio Británico.
Aunque todo el mundo recuerda a Taylor por dirigir una de las finales de Copa del Mundo más apasionantes de todos los tiempos, lo cierto es que sus éxitos ya eran anteriores. Taylor nació en Wolverhampton en 1930 y trabajó en el negocio familiar como carnicero. Con 18 años, se inscribe en el curso oficial de árbitros, donde progresa de forma excelente, hasta alcanzar la máxima categoría en 1958. Cinco temporadas después le llega su internacionalidad. Lucirá la escarapela de la FIFA durante 14 años, hasta 1977.
Dirigió la final de la FA Cup en 1966, entre Everton y Sheffield. En 1970 acude a su primer Mundial, en México, donde debuta en un Italia-Suecia. Un año después, dirige en Londres la final de la Copa de Europa entre Ajax y Panathinaikos, con victoria para los holandeses por 2-0. Parecía el culmen de su carrera, pero lo mejor aún estaba por llegar.
Taylor vuelve a ser seleccionado para un Mundial cuatro años después, en Alemania Occidental. Es designado para el Bulgaría-Uruguay y el Argentina-Alemania Oriental. Pese a que todo apuntaba que el escocés Davidson sería el elegido para la final de Munich, finalmente Taylor fue el elegido para ese Alemania-Holanda del que hablaremos más adelante.
Su exitoso ciclo FIFA se cierra en 1977. Un año antes había dirigido la Eurocopa, en el que destacó su actuación en el España-Alemania Occidental de cuartos de final. Sin embargo, su fama le llevó a recibir una propuesta de la Federación Brasileña para dirigir el campeonato de ese país durante dos años. Cierra su carnicería de Wolverhampton y se va a su última aventura como deportista de élite.
De regreso, acepta el puesto como director comercial del Wolverhampton Wanderers, el equipo de su ciudad. En 1983, sin embargo, comienza la experiencia de instructor de arbitraje en el extranjero, en África del Sur y Arabia Saudí.
En 1999 llega la consagración definitiva: la FIFA lo coloca en el Salón de la Fama, donde son pocos los árbitros que allí figuran . Más de 1000 partidos dirigidos, 100 de ellos internacionales en sesenta países distintos, dan buena cuenta del nivel de aquel hombre que dejó la carnicería por el silbato.
Aquel inolvidable Alemania-Holanda
“Esos 90 minutos cambiaron mi vida”. Taylor dirigió uno de los partidos más memorables de todos los tiempos. Se enfrentaron en el Olímpico de Munich la anfitriona, la Alemania Occidental de Beckenbauer frente al fútbol total de Holanda de Cruyff y aquel mito de los banquillos que había inventado el fútbol moderno: Rinus Michels. Sus asistentes hablaban español: el mexicano Archundia y el uruguayo Barreto. Entre tanta tensión, una curiosidad: el partido comenzó tarde porque habían desaparecido los banderines de esquina.
Nunca se había señalado un penalti en la final de un Mundial, pero Taylor rompió este registro a los dos minutos. Cruyff se interna en el área y es derribado claramente por Vogts a escasos metros del inglés, que no duda en señalar el máximo castigo contra los de casa. “No fue difícil, estaba cien por cien seguro de la decisión. Cuando el balón entró todo el estadio quedo mudo”, recuerda Taylor. Marca Neeskens. Alemania insiste en su dureza y el propio Vogts ve tarjeta un minuto después.
A los 26 minutos llegó el penalti del empate. Holzenbein entra en el área, un defensa holandés se lanza al suelo y el alemán cae... o se tira. Años después, el propio implicado admitió su “piscinazo”. Sin embargo, Taylor lo tuvo claro. “Me enfada realmente la insinuación de que lo pité para compensar. En las Reglas, es lo mismo zancadillear que intentarlo y eso es penalti”, se ratificó después.
Del partido aun quedaron más escenas. El segundo gol alemán, obra de Muller. El cabreo de Cruyff en el descanso, que vio tarjeta amarilla por sus insistente protestas (podéis ver un simpático montaje en el vídeo). Y el asedio final holandés, que hizo del arquero Maier una de las figuras de aquella mítica final, cuyo resumen podéis ver en vídeo aunque es liturgia para un auténtico futbolero verla entera.
La anécdota del monedazo
Y como no podía ser de otra manera, Taylor también tiene una anécdota del más fino humor inglés. Fue cuando recibió un monedazo en Kenilworth Road, el estadio del Luton Town, que le provocó seis puntos de sutura. El dirigente del Luton, Eric Morecambe, acudió al vestuario para preguntarle si se encontraba bien y para asegurarse de que no iba a culpar a su equipo del incidente. Cuando Taylor le confirmó que no lo haría, Morecambe le dijo: “Bien... ¿ahora podría devolverme mi moneda?”.