El arbitraje, una forma de integrar desde las favelas
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Árbitro pacificador. A través de este concepto, el Capitán Márcio Rocha y el oficial Daniel Wilson Barbosa de Castro intentan promover desde la cancha de fútbol la integración de los jóvenes de la favela en la sociedad carioca y, al mismo tiempo, afianzar el papel de la Policía Pacificadora, nacida en Rio de Janeiro hace seis años con el objetivo de recuperar las favelas del control armado de los narcotraficante. “La mejor forma de trabajar con jóvenes en Brasil es, sin duda, el fútbol. Es la pasión nacional y la forma más fácil para superar barreras”, asegura Daniel, árbitro profesional desde hace 11 años.
Esta escuela para árbitros nació hace dos años y medio en Santa Marta, la primera favela pacificada, y funciona en otras cinco comunidades: Rocinha, Formiga, Borel, Prazeres y São Carlos. Hasta la fecha, se han formado 54 jóvenes y adolescentes, que hoy pitan tanto en torneos regionales, como en partidos amistosos entre policías, y hasta en los condominios residenciales de los barrios ricos de la ciudad. Es sin duda un cambio de mentalidad, impensable hace tan solo seis años. “Hoy nuestros exalumnos son recibidos en las canchas por lo que son: árbitros”, asegura el Capitán Rocha. “Antes los moradores tenían miedo de salir de la favela, de ser rechazados fuera de su entorno. Esto les generaba una enorme inseguridad. Conseguir que arbitren un partido en un condominio de clase alta o en un campo del Aterro del Flamengo es la mejor forma de promover su integración con el resto de la ciudad. Y los jugadores se alegran cuando descubren que un proyecto nacido en una favela está dando resultados”, relata el oficial Daniel.
El proyecto nace de una colaboración con el ONG Zico 10, creada por el famoso futbolista. El objetivo de esta escuela no es sólo crear una nueva cantera de árbitros, sino conseguir ingresos estables para los exalumnos. “Hay muchas personas que viven en la favela y trabajan con el fútbol. Nosotros intentamos ofrecer a los alumnos una nueva perspectiva profesional. Ahora mismo, nuestros árbitros pueden ganar unos 70 reales por partido (23 euros)”, indica Daniel, que ha pasado cinco de sus 30 años sirviendo en la Policía Militar. El salario de los árbitros profesionales en Brasil es considerado el más alto de América Latina. A pesar de no ser una profesión reglada, un árbitro de la primera división puede ganar 2.300 reales por partido (766 euros). Si pertenece a la FIFA, esta suma alcanza los 3.500 reales por cada partido del Brasileirão (1.166 euros).
“Yo a fin de mes noto la diferencia. Me entran 300 reales extra (100 euros) que me vienen bien para cuadrar las cuentas”, señala Wellington David Cardoso da Silva, que a sus 31 años tiene tres hijas. Wellington vive en la Baixada Fluminense, una región periférica de la Cidade Maravilhosa. Cuando supo que iban a arrancar nuevos cursos para árbitro en la favela Rocinha, la mayor de Brasil, aprovechó la hospitalidad de unos familiares para participar. “La escuela está abierta también a alumnos de fuera, no tienen por qué ser sólo jóvenes de la favela. Nuestro programa intenta promover la integración entre la favela y el resto de la ciudad, y eso puede ocurrir tanto en la cancha como dentro de la escuela”, explica Daniel.
“Gracias al curso para árbitros, he entrado por la primera vez en una favela, a pesar de que mi padre creció en la favela de Mangueira. Ha sido una experiencia muy enriquecedora”, cuenta Pedro Pereira de Lima, que a pesar de vivir en Campo Grande, un municipio situado en la zona este de Rio de Janeiro, participó el año pasado en el curso de la Rocinha. “Es difícil encontrar jóvenes que quieran ser árbitros. Los chavales de la favela quieren jugar. Ser árbitro es una vocación”, cuenta el Capitán Rocha. Por eso personas como Wellington o Pedro son bienvenidas: ambos jugaron a un nivel casi profesional, aman el fútbol y quieren trabajar con ello.
Desde el campo de fútbol de la favela Santa Marta se puede divisar el panorama de Rio de Janeiro, sus playas inmensas y la silueta de la Lagoa Rodrigo de Freitas. Daniel conversa con los jóvenes durante el partido de la tarde. En el descanso, los árbitros de la escuela se juntan al grupo. ¿Qué clásico les gustaría arbitrar? “Flamengo-Vasco”, dice Wellington sin pensárselo. “Corinthians-Vasco”, añade Pedro. “Yo ya he estado en todos estos partidos. Mi reto hoy es que mi jóvenes árbitros salgan adelante”, reconoce Daniel sonriendo.
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