Historias Arbitrales de los Mundiales (3): Ken Aston en la batalla de Santiago de 1962
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Si buscamos el partido más violento de la historia de los Mundiales, tenemos que retroceder casi 50 años, hasta el 2 de junio de 1962. La contienda se disputó en el Estadio Nacional de Santiago de Chile. No era una final, ni siquiera una eliminatoria. Era un partido más de la fase de grupos entre los anfitriones e Italia que fue definido perfectamente por el locutor inglés Coleman en la introducción de la retransmisión diferida: “Buenas tardes. El juego que están por presenciar es la exhibición de fútbol más estúpida, espantosa, desagradable y vergonzosa, posiblemente, en la historia de este deporte”.
En medio, un árbitro, un profesor de escuela británico Kenneth George Aston (1915-1981), curtido en mil batallas, especialmente como oficial de artillería en la Segunda Guerra Mundial. Se inició en el arbitraje en 1946 y dirigió la final de la primera Eurocopa de Naciones, en 1960, entre la Unión Soviética y Yugoslavia, aunque pasó a la historia como el inventor de las tarjetas amarillas y rojas, algo que dejaremos para otro momento. El caso es que Ken Aston había rayado a gran nivel en el partido inaugural, entre los locales y Suiza, lo que le hizo que la FIFA cambiase la designación para obsequiarle con un regalo cargado de veneno, el que los periodistas italianos y chilenos inyectaron hasta la médula en los días previos al partido.
Chile se había recuperado de forma milagrosa del devastador terremoto de 1960 para llegar a tiempo a organizar el gran reto del Mundial. Sin embargo, varios reporteros italianos describían la capital como “el símbolo triste de uno de los países subdesarrollados del mundo y afligido por todos los males posibles: desnutrición, prostitución, analfabetismo, alcoholismo, miseria… un infierno donde la sangre se torna torpe”. Los medios locales respondieron y el patriotismo hizo el resto. El recibimiento a la selección azzurra fue tan terrible que se llegó a decir que su estrella, Omar Sivori, no se atrevió a jugar el encuentro.
Hay imágenes que valen más que mil palabras. Pero un breve resumen de lo que allí pasó puede ser el siguiente:
Inicio del partido:
Los jugadores italianos lanzan claveles blancos a las gradas como son de paz. Los 66.000 hinchas responden con una sonora pitada.
12 segundos: Primera falta del encuentro.
Minuto 7: Aston expulsa al italiano Ferrini por una patada al delantero Honorino Landa, al que deja tocado para el resto del encuentro, entre otras cosas por la manía del chileno de jugar sin espinilleras y con las medias bajadas. “Nadie puede ser tan malo como para dar una patada a un jugador tan desprotegido”, aseguraba. Se equivocaba. El partido permanece 5 minutos parado porque Ferrini se niega a irse. La policía acaba por entrar en el campo y arrestarlo.
Minuto 16: El chileno Eladio Rojas es objeto de falta. Su compañero, el durísimo Leonel Sánchez acude en su apoyo y es golpeado en la cara. Le informan que ha sido Humberto Machio.
Minuto 20: Leonel Sánchez cobra su venganza con un puñetazo digno de su padre, campeón chileno de boxeo y le provoca una fractura del tabique nasal.
Minuto 38: Leonel Sánchez conduce el balón junto al banderín de esquina, cuando recibe la fuerte entrada del lateral Mario David. Como ni así consigue arrebatarle el balón, la emprende a patadas mientras su rival está en suelo. Leonel se levanta y le atiza con su puño izquierdo. El asistente mexicano avisa a los dos jugadores de que estas no eran formas. Quizá pecó de ser excesivamente contemporizador. Vamos, que se hizo el sueco de forma escandalosa.
Minuto 41: Mario David no se da por enterado y según se reanuda el juego, lanza una patada de karateka a Leonel. Aston lo manda a la ducha. Italia se queda con nueve.
Minuto 73: Jaime Ramírez marca el 1-0.
Minuto 87: Jorge Toro hace el definitivo 2-0
Final del partido: Tangana monumental entre los jugadores, lo que obliga a entrar por tercera vez a la policía en el campo.
La resaca del partido no fue más pacífica que la previa. Mientras los locales celebraban algo más que un triunfo, los italianos clamaban contra un país que definían como “lleno de caníbales” y contra un árbitro “hostil, incompetente y provocador”. Incluso el consulado chileno de Milán tuvo que ser protegido ante la posibilidad de sufrir un ataque.
Ken Aston no se sintió precisamente orgulloso su arbitraje, consciente de que no pudo imponer su autoridad. En el vídeo, llama la atención la forma de controlar las tanganas y la curiosa forma de expulsar a los jugadores sin tarjetas. “En Santiago me limité casi a contar los puntos de las maniobras militares del campo, mi función no recordó nada a las tareas de un árbitro”, rememoraba Aston posteriormente, que descargó en el asistente mexicano Fernando Buergo la responsabilidad de no expulsar a Leonel Sánchez por su salvaje agresión. Por si fuera poco, acabó el partido tocado por una lesión en el tendón de Aquiles que le impidió dirigir más partido en aquel Mundial de Chile. Sin embargo, su aportación al arbitraje moderno es extensa y digna de un capítulo aparte que repasaremos otro día.