Javier Castrilli, la ley del “sheriff”
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Si ustedes preguntan por un árbitro argentino, el nombre que a cualquier seguidor de este mundillo se le vendrá a la cabeza no será el de Horacio Elizondo, que dirigió la final del Mundial de Alemania de 2006. Ni siquiera la mayor gloria que puede alcanzar un colegiado es capaz de competir con los índices de popularidad, de amores y de odios que a lo largo de su carrera concitó Javier Castrilli.
Castrilli (Buenos Aires, 1957) empezó a arbitrar en los años ochenta. Sin embargo, su leyenda comenzó un 10 de mayo de 1992, cuando en la primera parte de un River-Newell’s expulsó a tres jugadores locales en un minuto, todos ellos por protestar. Lejos de cortarse, aún tuvo arrestos para imponerle el mismo castigo a un cuarto jugador y a Pasarella, entrenador por aquel entonces de los “millonarios”. En medio del lío, Newell’s logró un histórico 0-5.
Un año más tarde, también con River sobre el césped, el escándalo aún fue mayor. Castrilli tiró de manual y lo llevó al extremo, hasta dejar a Talleres de Córdoba, que se jugaba el descenso, con sólo seis jugadores. El partido se suspendió por inferioridad numérica. Saltaron aficionados al campo y el caso llegó más allá de la justicia ordinaria, hasta el punto de que el presidente argentino Menem tuvo que mediar en la causa.
Pronto el fútbol le puso apodo a este hombre engominado, inflexible, de pétrea mirada y rictus siempre serio: el “Sheriff”. No cabía denominación mejor para un árbitro que llevaba el cumplimiento de las Reglas hasta el final. Su frase era clara: “El reglamento hay que aplicarlo siempre”. Y así hizo. En sus seis primeros Boca-River amonestó a 49 jugadores y expulsó a 16. Nunca le temblaba el pulso. Ni cuando le mostró la roja a Maradona en un Vélez-Boca y obligó al Pelusa a disculparse para evitar que sus insultos (“había que llevarle preso y deben de hacerle un control antidoping”, llegó a decir) acabasen en un juzgado ni tampoco en los minutos previos de un derbi de Avellaneda, cuando recogió con sangre fría un cuchillo de considerables dimensiones lanzado desde la grada para anunciar que se retrasaba el comienzo del partido hasta que hubiese más seguridad.
El final de Castrilli como árbitro fue tan abrupto como su carrera. Estaba en el punto álgido de una brillante trayectoria. Acababa de participar en el Mundial de Francia 98 y lo designaron para la final de la Copa Libertadores. Llegó a sus oídos la denuncia de un árbitro que aseguraba que el presidente del Colegio, Jorge Romo, le había intimidado para favorecer a determinados equipos. Inmediatamente, el Sheriff se puso a la cabeza de la revuelta, pero con el paso de los días, muchos de sus compañeros se pusieron de parte del poder y negaron las presiones. El eterno presidente de la AFA, Julio Grondona, lo tachó de “desequilibrado” y, con 41 años, decidió colgar el silbato.
Pese a toda la polémica que le rodeaba, eran muchos los jugadores e hinchas que lo veneraban. Tanto es así que en una encuesta, a la pregunta “¿Quién representa mejor la justicia en Argentina?”, Castrilli ganó por amplio margen a todos los jueces. Su popularidad de hombre justo y recto le valió ser nombrado en 2.000 como comisario de Investigaciones sobre Seguridad en Espectáculos Deportivos de Buenos Aires. Comenzó una nueva era de enfrentamientos con hinchas violentos, a los que no les pasó ni una: “Quiero una policía en serio y que se cumpla la ley”.
Tras sufrir un infarto en 2.010, en 2.011 se presentó como candidato para ser jefe del Gobierno de Buenos Aires. La nota curiosa la dio el día de las elecciones, al no poder votar por no figurar en el padrón municipal. Y eso que el eslogan de su campaña no era otro que “vótese a sí mismo”.
Quedan muchas curiosidades en el tintero, como que fue el primer árbitro en probar el sistema de comunicación con los asistentes. Fue en el año 1.995. Castrilli, más que ningún otro, ha demostrado que un árbitro rara vez deja indiferente a nadie. Ni siquiera cuando opinó sobre los árbitros del último Mundial: “Hablemos en general: el árbitro de hoy es un cuerpo sin alma, se viste de árbitro, sólo eso. Para liberarse y ser de verdad árbitro necesitaría romper una serie de cadenas que le oprimen, empezando por la propia estructura arbitral”. Palabra de Sheriff.
Comentarios
#1
aActualmente el futbol esta en un limbo arbitral no hay personalidad parece que los sistemastacticosafectan eljuegobonito y talentoso sin embargo la mediocridadarbitral actual no apunta a los cambiosque ha tenido el futbol Castrilli en otra epoca demostro que con la regla en mano los jugadores deberian entrar a jugar y no a manosearalgo ausente en nuestros dias..........
#2
es un genio
#3
Nunca entendio el espiritu del juego, confundio leyes con reglas de juego. Invento un personaje fogoneado por la prensa y termino por creerselo. A mi juicio fue el peor arbitro de la historia del referato, sino fuese asi , su modalidad se hubiere impuesto como ocurrio con Coerezza , Lamolina , Baldassi o Elizondo. La nota esta escrita con una gran subjetividad y demuestra su posicion respecto a Castrilli, ademas de obviar hacer referencia al desastre que fue en la funcion publica, sin siquiera responder el llamado de las madres de victimas por la violencia en el futbol , de promesas incumplidas y su intencion detras del personaje de gestar un papel como funcionario publico. Ante la descripcion de varios partidos con gran cantidad de expulsados y el como figura, deja en evidencia que solo fue un sancionador de faltas y la verdadera funcion de un arbitro es conducir el juego.
#4
Esta es una posición condescendiente con la permisividad mafiosa.
#5
Lejos el mejor árbitro argentino aunque les duela a los mediocres que manejan el referato en AFA. Hombre honesto y conocedor de las reglas de juego llego a demostrar un espiritu de justicia y amor hacia la actividad arbitral. Hoy en día no queda un arbitro que tenga ese espiritu en esta profesión en nuestro futbol argentino. Humildemente le agradesco su enseñanza en mi carrera y le rindo un homenaje a este gran arbitro en su día . Rubén Giménez arbitro de AFA desde 1998 hasta 2004 y un luchador contra la mafia arbitral de AFA